En nuestra universidad había un chico. Era muy reservado, nunca se esforzaba por mezclarse con la gente ni por entablar una conversación. Respondía si le preguntabas algo, pero nada más.
En mi primer año, la mayoría lo tachábamos de introvertido y aburrido. Como no participaba en los cotilleos diarios y prefería disfrutar a solas, ni siquiera la gente se molestaba en acercarse a él.
¿Puedes adivinar lo que pasó después de 4 años?
Era el chico más buscado. Recibía entre 5 y 10 llamadas diarias de diferentes grupos para que se uniera a ellos. Seguía prefiriendo pasar su tiempo a solas cuando quería, y el resto del tiempo podía ir a cualquier parte y formar parte de cualquier actividad. Cuatro años después, su etiqueta había cambiado de "aburrido" a "guay".
Resulta que, efectivamente, era el tío más guay que te podías encontrar. Siempre tenía algo interesante que ofrecer, podía dejar en ridículo a cualquiera sin siquiera cambiar de expresión y era condenadamente bueno en todo lo que hacía. Lo mejor es que nunca le vi preocuparse por nada, excepto por las chicas.
El punto es que no puedes etiquetar a alguien sin siquiera conocerlo. E incluso si llegas a conocer a alguien lo suficiente, no significa que todos los demás vayan a compartir tus pensamientos. Lo que es aburrido para ti, podría ser extremadamente entretenido para mí.
Así que si alguien te parece aburrido, es sólo tu percepción, no una generalización. Al final, calificas a alguien de aburrido en función de tus intereses en un momento dado. Recuerda que la gente cambia con el tiempo y tu percepción también.
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